Capítol V.
“La
tía era una mujer vistosa. En su tórrida belleza armenia había
cierta nota de falsedad. Como en los paisajes montañosos de
Lérmontov y en sus versos románticos.
La
tía era observadora y perspicaz. Tenía buena memoria. Muchos de los
hechos que me contó los he recordado siempre. Recuerdo, por ejemplo,
este episodio de su vida.
Cierta
vez se enctró en la calle con Mijaíl Zóschenko. Para el escritor
ya habían llegado los tiempos difíciles. Zóschenko dándole la
espalda pasó rápidamente a su lado.”
(...)
Creo
que mi tía era una buena redactora. O mejor dicho, era una buena
persona, bondadosa e inteligente.
Yo,
personalmente, no me he encontrado con ningún buen redactor. Aunque
entre ellso había bellísimas personas.
(...)
En
los años sesenta empecé a escribir alguna cosa. Se lo enseñé a mi
tía. La tía encontró en mis relatos cientos de errores. Errores
estilísticos, ortográficos y de puntuación.
Mi
tía me decía:
- Aquí
escribes: “el frío y el silencio se fundían...” No queda
claro. El frío y el silencio son fenómenos de distinto orden. Hay
que escribir: “En el bosque hacía frío y reinaba el silencio”.
Sin malabarismos...
-¿Cómo,
en el bosque? -repliqué asombrado-. La acción transcurre en una
celda de castigo.¡
- Ah,
sí -decía mi tía...
Por
aquel entonces le confiaron un taller literario. De aquel taller
salieron muchos buenos escritores. Por ejemplo, Gansovski y Pikul.
Entre
otros vino al taller Iósif Brodsky. Mi tía no lo admitió. De sus
versos dijo lo siguiente:
- Delirios
de un demente!
(Por
cierto, en la poesía de Brodsky también los hay).
A
Brodsky no lo admitieron.
(...)
- ¿Sabes
qué cosa me obsesiona? -siguió diciendo-. Cuando vivíamos en
Novorosiisk, había allí una valla. Una valla alta, marrón. Cada
día pasaba junto a ella. Pues bien, nunca he sabido qué es lo que
había detrás. No lo pregunté. No pensé que eso fuera
importante...Qué manera más absurda y estúpida de vivir la
vida...¿O sea que te niegas?"
Los nuestros, Sérguei Dovlátov (Áltera, Barcelona, 1999)
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